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Bandolero Zamarrilla

martes, 7 de abril de 2009


Cristóbal Ruiz Bermúdez, el más temible y sanguinario bandolero que se recuerda, vino a la vida un día de 1796 en Igualeja, un pequeño pueblo escondido entre los múltiples montes, cerros y colinas que conforman la Serranía de Ronda, la espina dorsal de la provincia de Málaga.

Es fama que el "Zamarrilla" capitaneaba una cuadrilla de bandoleros de similar calaña, y que, bien armados de arcabuces, pistoletes y navajas, vivían entregados al asalto de caminos, saqueando diligencias y robando a todos los transeúntes que se les ponían al alcance, en la más absoluta impunidad.

El "Zamarrilla", nombre con que tradición recuerda a Cristóbal Ruiz, debe ese apodo a una cruz, un hito ya desaparecido en el que vino a llamarse camino de Antequera, que los primeros habitantes del barrio de la Trinidad habían levantado al final de la calle Mármoles, en una amplia zona despoblada en la que crecía la zamarrilla, planta silvestre de escasa altura, con tallos leñosos y vellosos, y de flores blancas o encarnadas y muy aromáticas, similar a la manzanilla campestre. Era tal la exuberancia de zamarrillas en este terreno que los antiguos lugareños bautizaron a la cruz con ese nombre, la Cruz de Zamarrilla, nombre que luego heredaría la ermita que se levantó en ese mismo lugar para la veneración de la Virgen de la Amargura y con el que aún se la conoce en nuestros días.

Con la creación, pues, de una nueva institución para combatir el bandidaje, hubo un tiempo en que el "Zamarrilla" y sus hombres se vieron tan acosados y perseguidos por los miembros del nuevo Instituto, que la banda fue poco a poco deshaciéndose: los que no fueron aniquilados por el fuego de las carabinas en las quebradas de la sierra se acogieron a las medidas de gracia concedidas por los gobernantes, y el bandolero se vio abandonado a su suerte, vagando en solitario y empujado por el hambre hacia las cercanías de la misma Málaga, en cuyo barrio de la Trinidad tenía una novia, la cual, de noche, y procurando no ser vista, proveía al perseguido de algún alimento.

La compañía de la Guardia Civil de la ciudad de Málaga y de sus comarcas no cejaba en seguir su pista y la Justicia, en aumentar el precio de su cabeza: «La alimaña debía ser exterminada a toda costa», se oyó decir a más de uno de estos funcionarios.

Cierto día en que, amparado por las penumbras de la noche, acudía confiado el "Zamarrilla" a la necesaria entrevista con su novia, alguien lo vio correr a hurtadillas por aquellas apartadas casas de Málaga, hecho que puso en conocimiento del comandante del acuartelamiento de la Guardia Civil.

Algo debió presentir el bandolero cuando, aquella misma noche, había confiado a su novia la intención de ocultarse por un tiempo en algún inaccesible escondrijo, durante el cual le pidió juramento de fidelidad, al que ella, enamorada, respondió con la simbólica entrega de la rosa blanca con que adornaba su pelo.

Puesta sobre aviso, la Benemérita Institución emprende de inmediato su captura: «¡Vivo o muerto!» atajaba la orden. Se movilizó una sección bien pertrechada, que, a las órdenes de un teniente, se dirige a donde se encontraba el forajido.

En medio de la más absoluta oscuridad nocherniega, los agentes van tomando sigilosamente una a una las solitarias calles trinitarias. Viéndose perdido por el cerco al que estaba sometido, hace un primer intento de retroceder hacia la sierra que siempre lo había ocultado tan generosamente, pero esa escapada era ya imposible: no había más solución que adentrarse en la ciudad y perderse en el vericueto de sus callejas, ocultándose en alguno de sus muchos callejones.

Desesperado, en una frenética y veloz carrera sube por el atajo que lleva a la ermita, se refugia en ella y se oculta donde se veneraba la sagrada imagen de la Virgen de la Amargura. Tal vez era ésa la primera vez en su vida que aquel desalmado pisaba un sitio sagrado. Pero por temor a la horca, o consciente quizá de que está viviendo los últimos momentos de su vida, se postra de hinojos ante la venerada imagen de la Virgen y le ruega, suplicante y temeroso, que le salve de sus perseguidores. Una última esperanza de fuga le hace mirar a uno y otro lados del sagrado recinto buscando, infructuosamente, una ventana o puerta por donde escapar. Es entonces cuando, sin pensarlo, decide esconderse debajo del maternal manto de la Madre de Dios.

En esos instantes irrumpen apresuradamente en la ermita los agentes de la Guardia Civil, que, cuidadosamente y con toda clase de precauciones, registran el recinto palmo a palmo, por todas partes, incluyendo el manto de la imagen de la Virgen Dolorosa.

La sorpresa de los representantes de la Ley era inefable: a pesar de su convencimiento de que el "Zamarrilla" había entrado en la ermita, no lograban encontrarlo en ningún sitio, parecía haberse esfumado junto a las lenguas de humo que salían de las velas que iluminaban los pies de la Virgen, era como si se lo hubiese tragado la tierra. «¡No puede ser! ¡Es imposible!», clamaban una y otra vez los funcionarios. Cansado ya de su infructuosa búsqueda y seguro de la imposibilidad de que el bandolero se hallase oculto en aquel santo lugar, el oficial al mando da la orden de abandonar la ermita.

Convencido el "Zamarrilla" de que los miembros de la Benemérita se habían marchado, sale de su escondite todo emocionado y tembloroso. Mira detenidamente la sagrada imagen y, sin articular palabra, deja hablar a lo más íntimo de su corazón, y, con la manos unidas y lágrimas en los ojos, le da las gracias a aquella Virgen que lo había salvado de sus perseguidores.

Como persona agradecida a pesar de su tosquedad, coge la rosa blanca que llevaba guardada, y, con un ánimo entrecogido como nunca antes había sentido en su desaforada vida, aquel temible bandolero, aquel facineroso sanguinario, aquel hombre perverso, despiadado y duro de corazón hincó la rosa en su puñal y, poniéndose a la altura de la Virgen, lo clava con suavidad en el pecho de la imagen para que la rosa blanca se quedara sujeta. La alba flor ha quedado prendida en el pecho de la Madre de Dios.

Es entonces cuando aquel hombre, que aún no había salido de esas primeras emociones, contempla, entre el asombro y el miedo, que la rosa blanca que un momento antes había prendido en el sagrado pecho de aquella imagen... ¡se va tiñendo lentamente de sangre!

Sobrecogido por lo que está viendo, toca la imagen pensando que se había tornado humana. Con inusual ternura, le acaricia el rostro y comprueba que sus lágrimas son simples gotas de transparente cristal y su talla, de madera. Todo en ella es rígido armazón, nada hay de humano en ella. Pero la flor, aquella rosa que hasta hace unos instantes tenía la blancura de la nieve, continúa sangrando hasta... ¡quedar convertida en una esplendorosa rosa roja! Se dice que el "Zamarrilla" llega a la firme convicción de que la Virgen había cambiado el color blanco de la rosa por un color rojo vivo para hacerle partícipe también a él del perdón de los pecados por la muerte de Cristo en la cruz, pues ese color rojo era el símbolo de su redención de la sangre derramada por sus víctimas.

La tradición añade que el "Zamarrilla" se entregó a la Justicia y que asumió convencido la condena marcada por la Ley, pero que no llegó a cumplirla totalmente, porque fue ejemplo de buena conducta para todos sus compañeros durante el tiempo de su encarcelamiento, y los jueces, que sabían de aquel hecho milagroso y de su buen comportamiento, trataron de favorecerle en los grandes deseos que éste manifestaba de recluirse en un convento para el resto de sus días, entregado de pleno a la oración y al cuidado de pobres y enfermos.

Y así se dice que aconteció. El arrepentido bandolero profesó en un convento muy cercano al lugar en donde aquella Virgen recibía culto, y una vez cada año, en el aniversario de su contrición, el que antes había sido un temido malhechor salía, con el permiso de su prior, de su voluntario claustro, bajaba por el antiguo camino de Antequera y se dirigía al oratorio de la Señora, a cuyos pies depositaba una rosa roja de las que él mismo cultivaba en el pequeño huerto del convento.

Una tarde, ya casi anochecido el día, cuando iba caminando el "Zamarrilla" por la vereda que lo llevaba, como cada año, hasta la Virgen de la Amargura, fue interceptado por unos salteadores, que, al no hallar en el fraile dinero ni objeto de valor alguno, lo apuñalaron hasta darle muerte. Alarmada al día siguiente la comunidad por su inusual tardanza, y temiendo que le hubiese ocurrido alguna desgracia, salieron en su busca, hallando el cuerpo del desdichado fraile todo ensangrentado en medio del camino. Entre sus manos aún estaba la rosa de su ofrenda anual, que, milagrosamente, había cambiado su color rojo por un blanco tan resplandeciente que ni la sangre había manchado. Cristóbal Ruiz, el "Zamarrilla", había culminado plenamente su expiación.

Cautivo y Trinidad malagueños


A principios de 1934, un grupo de jóvenes de Acción Católica del barrio de la Trinidad se reunieron en una de las aulas de la antigua Escuela Ave María, situada en esos momentos en el pasillo de Natera, ubicación provisional de la parroquia de San Pablo, al haber sufrido el edificio de la iglesia serios daños, tras los sucesos acontecidos en Málaga con la quema de iglesias y conventos los días 11 y 12 de mayo de 1931. El motivo de esta reunión fue crear una hermandad que diese culto a una imagen mariana cuya advocación fuese Virgen de la Trinidad, en alusión al nombre del popular barrio malagueño que lo tomó, a su vez, del convento de trinitarios calzados. Sus nombres, como fundadores, están grabados con letras de oro en la historia de la Cofradía de Jesús Cautivo: Julio Cabrera Orellana, José Carrasco Castilla, José María Martín del Nido, Adolfo Garín Sarmiento, José Antonio Luque Martín, Salvador Luque Martín, Ricardo Ballesteros Gálvez, José Rodríguez Pérez y Ramón Donate de la Barrera-Caro, bajo la dirección espiritual del párroco Antonio Hidalgo Vilaret.
Como primer paso, adquirieron la talla de una Dolorosa a un anticuario de la capital, instalado en la calle Álvarez, por el precio de 200 pesetas. La escultura, de autor desconocido, se data, según algunos historiadores del arte, en el siglo XVIII, presentando, en su origen, las manos unidas tal como las poseían las dolorosas malagueñas dieciochescas. El día 26 de abril de 1934, el vicario general de la diócesis de Málaga, Francisco Javier Martínez Navas, autorizó la bendición de la imagen con la advocación de la Trinidad, así como la fundación de la hermandad de culto y ubicación canónica en la iglesia parroquial de San Pablo. El solemne acto de bendición de la Virgen se llevó a efecto el 21 de octubre del citado año, a las diez y media de la mañana, estando a cargo del elocuente orador sagrado R. P. Rafael Porras, S.J.
La recién creada hermandad de culto dedicó todos sus esfuerzos a la celebración de un solemne triduo en honor de la sagrada titular, con motivo de la festividad de la Santísima Trinidad, durante los años que transcurren entre 1934 y 1936. Habría que esperar a 1939, para que la Virgen hiciera, por vez primera, una salida procesional por la feligresía del barrio con motivo de su onomástica.
Para explicar de que forma fue salvada la Virgen de la Trinidad en la Guerra Civil Española, el historiador Andrés Camino Romero nos relata en uno de los capítulos del libro 'Cautivo y Trinidad', de varios autores, el testimonio oral que proporciona José Carrasco Jaén, sobrino del que fuese primer teniente hermano mayor y más tarde hermano mayor de la hermandad trinitaria, José Carrasco Castilla, quien relata: «Con el estallido de la Guerra, el 18 de julio de 1936, fue el sacristán a avisar a José Carrasco Castilla y le dijo: seguramente van a venir a quemar otra vez la iglesia y va a pasar como en el año 1931. ¿Qué te parece si sacamos de allí algunos de los santos? En la noche del 19 sacaron las imágenes de la Trinidad, de la Virgen de los Dolores (ambas de madera), de un San José y de una Inmaculada (las dos de escayola) y las metió en la carnicería que regentaba en la calle Trinidad, esquina a plaza de Montes. En el fondo tenía una habitación con los tocinos salados, allí en unos sacos la escondió. Pasaron unos días y entonces hubo un soplo a los milicianos de que Pepe el carnicero, el beato, tenía que haber sacado las imágenes de San Pablo. Fueron a por él a la carnicería, era casi de noche. En esos años la carnicería se abría sólo por las mañanas. Entraron y cuando encendieron la luz se dieron cuenta que en la entrada no había nada. Vieron un corredor oscuro en el que no había bombilla, entraron dos y preguntaron: ¿allí qué es lo que hay?, contestando José Carrasco Castilla: tocinos. Uno de ellos, al entrar, no vio nada. Esa misma noche las dos imágenes, la de la Trinidad y la de los Dolores, fueron metidas en unos canastos y a hombros se las llevaron al pasaje de Zambrana y en el patio de la casa donde habitaba la familia Carrasco se hizo un agujero y allí se metieron liadas en sacos y se enterraron. El señor Carrasco Castilla se fue a Benalmádena con los hermanos Luque, Salvador y José Antonio, hasta el 8 de febrero de 1937, en que Málaga fue liberada del Ejército miliciano». La imagen de la Virgen volvió a la iglesia de San Pablo en la parte habilitada para el culto. Con este testimonio hemos pretendido recordar a un gran cofrade trinitario que puso en peligro su vida y la de su familia al salvar a la venerada imagen de Nuestra Señora de la Trinidad.
Reorganización
En 1937, tras el obligado receso de la Guerra Civil en Málaga, se recuperó la actividad cofrade en la hermandad de la Trinidad, haciéndose cargo el primer teniente hermano mayor, José Carrasco Castilla, reorganizando la hermandad, modificando sus estatutos y convirtiéndola en cofradía pasionista, como la mayoría de las hermandades malagueñas, así como aportando la idea de añadir un cotitular a la hermandad, que recibiría la advocación de Jesús Cautivo en recuerdo a todos los que sufrieron cautiverio durante la Guerra Civil. La talla fue realizada por el artista granadino José Gabriel Martín Simón en 1938, costando 2.000 pesetas, recaudadas en una suscripción popular a la que contribuyó toda la buena gente del barrio de la Trinidad. Si bien en un principio, la denominación 'Cautivo' poseía unas claras connotaciones relacionadas con los ex cautivos de guerra, pronto el impacto devocional de la imagen del Cristo acaparó para sí dicha denominación como algo propio y peculiar. Uno de los primeros acuerdos, que se tomó en la junta de gobierno del 18 de junio de 1939, fue nombrar hermana honoraria a la Hermandad de Cautivos por España.
Una vez llegada la talla del Cautivo a Málaga, fue puesta al dictamen de la Comisión de Arte Sacro, vinculada a la Academia de Bellas Artes de San Telmo, creada por el obispo de Málaga, Balbino Santos Olivera, para que controlase y defendiese la calidad de las imágenes que las hermandades y cofradías encargaban para ser objeto de culto y procesión. El informe dado por el académico Luis Cambronero Antigüedad, que no fue lo positivo que se esperaba, al considerar la talla de escaso interés artístico, así como la desnudez que presentaba la imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo, fue el argumento utilizado por la Comisión de Arte Sacro para rechazar dicha escultura. Desde el Obispado se puso como condición, para que la efigie del Cautivo fuese bendecida, la necesidad de proceder a vestir la imagen. A la vista del informe emitido por dicha comisión, la junta de gobierno de la cofradía aceptó dicha recomendación, pero esta decisión no sería suficiente. El primer teniente hermano mayor, José Carrasco Castilla, se dirigió al canónigo José Suárez Faura, clérigo de gran prestigio, que había ostentado el cargo de capellán del Rey Alfonso XIII, para que mediase ante el Obispo Santos Olivera. Con este arbitraje, el prelado finalmente aprobó que la imagen fuese bendecida.
Túnica blanca
Por la circunstancia expuesta, el cofrade Francisco Ortega Carrasco, que trabajaba en la fábrica de tejidos de Modesto Escobar (sita en la Alameda de Capuchinos), obtuvo unos cuantos metros de tela de color entre blanco y marfil. Con ella, su esposa, Ana Carrasco Castilla (hermana de José Carrasco Castilla) realizó la primera túnica que lució Jesús Cautivo el día de su bendición, celebrada el 19 de marzo de 1939, a las once de la mañana durante una misa cantada. La ceremonia de la bendición estuvo a cargo del párroco de San Pablo, Francisco Blanca Boezo, ya que el obispo había declinado la petición de los cofrades trinitarios, alegando «motivos de trabajo». La imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo se hallaba colocada en un altar portátil, mientras María Santísima de la Trinidad se encontraba en el altar mayor de la iglesia. Lo que fue una mera casualidad, que no hubiese tela de otro color, con el transcurso del tiempo dio origen al mito y en años venideros se optó por continuar con la vestimenta alba, por la gran aceptación que tuvo desde un principio.
A los pocos meses, el 12 de noviembre de 1939, la nueva cofradía es admitida como miembro de pleno derecho en la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Málaga. Se le asigna el Lunes Santo como día de la salida procesional, ya que en dicha jornada sólo procesionaba la Hermandad de la Columna.
La imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo realizó su primer desfile procesional el Lunes Santo, 18 de marzo de 1940, por las calles de Málaga. Fue portado a hombros por miembros de la hermandad de ex cautivos. La razón por la que sólo procesionó el Cristo fue de índole económica. Un año después, en la Semana Santa de 1941, la Virgen de la Trinidad acompañó, por vez primera, a su hijo Cautivo.
Privilegios
A partir de junio de 1941, la hermandad del Cautivo y de la Trinidad fue adquiriendo importantes privilegios y concesiones, de las cuales destacamos las siguientes: El jefe del Estado, general Francisco Franco, acepta el nombramiento de gran mayordomo de honor de la cofradía, la cual, es favorecida con la singular prerrogativa de utilizar el escudo de su casa civil junto con la cruz trinitaria como emblema de la hermandad. El obispo de la diócesis, Santos Olivera, otorga a la cofradía el título de 'Muy Ilustre Hermandad', mientras sea gran mayordomo de honor de sus sagrados titulares el general Franco y en atención a su persona. Más adelante, el Marqués de la Valdavia, delegado nacional de ex cautivos y mayordomo de honor de la cofradía, le concede el privilegio que anualmente, en la noche del Lunes Santo, figure en la procesión el guión de la delegación nacional, como demostración del fervor de los ex cautivos a Nuestro Padre Jesús Cautivo y María Santísima de la Trinidad.
El 26 de noviembre de 1942, la Archicofradía del Glorioso Apóstol Santiago, patrón de España, acepta a la hermandad de Jesús Cautivo y la Virgen de la Trinidad como hermano de número. A su vez, la archicofradía compostelana fue nombrada hermana mayor honoraria de la cofradía. Desde entonces, la hermandad malagueña incorporó en su título la denominación 'del Glorioso Apóstol Santiago' y la prerrogativa de poder usar en todas las solemnidades religiosas el pendón de Santiago.
Cuenta también con un breve del nuncio de su Santidad en concesión de indulgencias, así como del cardenal-arzobispo de Granada, obispo de Málaga, Madrid-Alcalá y Cartagena-Murcia. En 1989, el Rey de España don Juan Carlos I de Borbón y Borbón otorgó a la cofradía el título de real.
La primera misa de alba y posterior traslado de los sagrados titulares se celebró el Lunes Santo de 1942, de una manera sencilla y privada. A partir de 1953 la prensa ha hecho referencia de este acto, que se ha convertido con el transcurso de los años en una ceremonia multitudinaria. A consecuencia de la numerosa asistencia de fieles que cada año se reúne en torno a esta celebración, en 1998 se tomó la decisión de que este señero acto se hiciera fuera del templo, en la plaza de San Pablo, permitiendo la participación en la eucaristía de más personas. De este modo, se superan las limitaciones de espacio que desde hacía tiempo venía mostrando el templo trinitario.
Nueva talla
En 1967, la junta de gobierno, presidida por José González Gil, decide sustituir el icono fundacional de la hermandad por la actual titular, una bellísima imagen tallada por el imaginero hispalense Francisco Buiza Fernández en 1968, y bendecida por el reverendo José García Rosado el 27 de febrero del mismo año.
Una de las claves identificativas de la cofradía ha sido su decidida apuesta por las obras sociales entre los habitantes del barrio trinitario desde su fundación en 1934. De entre ellas destacamos las ayudas de tipo material con la entrega de donativos, creación del Patronato Escolar Jesús Cautivo para niñas (desde 1954 hasta la década de los 80, cuando desaparece con la reforma educativa), concesión de bolsas de Navidad, campaña de juguetes, colaboración con la parroquia, concesión de becas de estudios, etc.
Desde la reorganización de la cofradía en 1937, la hermandad se vinculó con una serie de instituciones militares, civiles, religiosas y con diferentes personalidades. Entre ellas, el Cuerpo de Infantería de Marina, Cuerpo de Regulares, Comandancia General de Melilla, Archicofradía de Santiago Apóstol, Ayuntamiento de Barcelona, Ayuntamiento de Astorga, la Universidad Complutense y la Comunidad de Madrid.
Con motivo del 75º. aniversario fundacional de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa, la imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo fue procesionada en vía crucis hasta la Santa Iglesia Catedral Basílica el 23 de febrero de 1996. Fue la primera vez que el Cautivo visitó el primer templo de la diócesis.
El sábado 21 de octubre de 2000, año dedicado a la Santísima Trinidad, fue coronada canónicamente la Virgen de la Trinidad. El momento culminante se produjo pasados tres minutos de la una de la tarde, cuando monseñor Antonio Dorado Soto impuso sobre las sienes de la Virgen, la corona confeccionada con el amor del pueblo de Málaga.
En torno a las sagradas imágenes del Cautivo y de la Trinidad se produce la mayor simbiosis entre cofradía y barrio, algo tan enraizado en Málaga, hasta el punto de que hoy no se concebiría la Trinidad sin la iglesia de San Pablo y San Pablo sin la cofradía. La historia, la religiosidad y el fervor popular se dan la mano.